Cuando la pandemia comenzó, las personas nos distribuimos a lo largo de un eje emocional que iba desde el extremo de las emociones negativas, como el miedo hasta la subestimación de la probabilidad de contraer el virus.
A esta situación los expertos lo llaman el sesgo Optimista.
Aquel estado emocional resultante o latente, sumado ala cantidad abrumadora de información disponible, evidenció como las emociones sentidas pueden hacernos más sensibles a buscar información congruente con el estado emocional que estaban experimentando.
En un contexto de máxima incertidumbre, en donde aquellos encargados de tomar decisiones no tenían del todo claro lo que hacerse, la sociedad tomo decisiones y así continúa haciéndolo actualmente.
Nota escrita por Caterin Vargas